Por: Luis Humberto Vargas
Desde 2019 hasta 2022, el déficit del comercio internacional de bienes de la economía dominicana con las restantes naciones del mundo aumentó casi verticalmente en US$8,127 millones (77,06%) a US$18,673 de US$10,546 millones; a resultas de que las importaciones crecieron US$10,439 millones (50,61%) o, lo que es lo mismo, cerca de cinco veces la subida de las exportaciones valuada en US$2,312 millones (22,94%).
Durante esos cuatro años, el saldo mercantil deficitario alcanzó la monumental cifra de US$49,475 millones, a raíz de un monto importado (US$93,434 millones) muy por encima del exportado. En otras palabras, República Dominicana debe pagar US$2,12 en mercaderías extranjeras por cada US$1,00 de mercancías vendidas.
Este déficit total de US$49,475 millones es neto, toda vez que implica transacciones superavitarias menores en los regímenes comerciales sucesivos de zonas francas industriales de exportación (+US$8,534 millones) y reexportación y permiso temporal (+US$949 millones) que las calculadas como deficitarias en el régimen nacional (-US$58,937 millones).
En sentido general, el permanente exceso de importaciones sobre exportaciones de productos incurrido fundamentalmente por el sector privado se cubre en gran medida por endeudamiento externo a cargo del sector público; al mismo tiempo que se destruye el sistema de producción agrario, industrial y agroindustrial por abaratamiento relativo de mercancías importadas y encarecimiento de las nativas. Esta dinámica destructiva ocurre tanto más el Estado aplica políticas de sobrevaluación de la tasa de cambio, promoción de la demanda de consumo suntuosa o innecesaria y redistribución de la renta y propiedad en favor de minorías oligárquicas y oligopólicas.
Todavía peor, la tendencia a un mayor descalabro se observa también en la baja de las exportaciones de oro y similares, la suba del coeficiente importación-exportación de las zonas francas industriales de exportación, el alza de la ponderación de los rubros reexportados en el total exportado; mientras la importación de combustibles minerales, alimentos como cereales y vehículos individuales acusan una tendencia alcista imparable tanto en precios como en volúmenes.
Lamentablemente, la priorización nacional de llevar a cabo una agenda de transformación productiva de plantaciones agrarias y plantas fabriles, calificación de la fuerza de trabajo rural y urbana, transición energética y ambiental, repartición justa de ingresos y patrimonios, reforma del sistema financiero y bancario, reducción radical de la violencia y corrupción e institucionalización de una república democrática, libre y paritaria se menosprecia en procura del fortalecimiento de determinados intereses y proyectos de centralización y concentración de activos y capitales de control y dominio de instituciones municipales, gubernamentales y estales.
