SANTO DOMINGO, RD.- El creciente uso de antibióticos en todo el mundo se convirtió en una preocupación de salud pública de proporciones significativas.
Según un análisis desarrollado por el PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) que abarca 67 países, el consumo global de estos medicamentos aumentó un 21% desde el 2016 como referencia, alcanzando un total estimado de 49,3 mil millones de dosis diarias durante el 2023.
Este incremento se encuentra estrechamente relacionado con la resistencia antimicrobiana, un fenómeno que compromete la eficacia de los tratamientos médicos y amenaza la vida de millones de personas.
Sobre ello, Eili Klein, investigador principal del estudio y profesor asociado en la Universidad Johns Hopkins, aseguró a Newsweek: “La resistencia impulsada por el uso excesivo y el mal uso de los antibióticos puede conducir a infecciones más graves, mayores tasas de mortalidad y costos más altos en atención médica”.
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Por otra parte, el rechazo antimicrobiano también está vinculado aproximadamente a unas cinco millones de muertes anuales en todo el mundo, de acuerdo con un informe publicado en la revista médica The Lancet.
El especialista Klein también alertó que “la amenaza que supone la resistencia hacia antibióticos es muy real y representa un desafío significativo para la salud global”.
Asimismo, el impacto de la pandemia del COVID-19 en 2020 marcó un punto de inflexión en las tendencias, con una reducción temporal del consumo en todos los grupos de ingresos, especialmente en países con mejores economías, donde la disminución alcanzó un 17,8% en un solo año.
Este fenómeno se relacionó con una menor interacción social y modificaciones en las pautas de prescripción durante los confinamientos. Sin embargo, tras la crisis sanitaria, el uso de antibióticos se incrementó de manera acelerada, dejando en evidencia la continua dependencia global de estos medicamentos.
Proyecciones y posibles soluciones
El panorama futuro del consumo de antibióticos es inquietante, puesto a que las proyecciones indican que el uso global podría crecer un 52,3% para 2030, alcanzando un total de 75,1 mil millones de dosis diarias. En gran medida, este aumento es impulsado por países de ingresos medios y refleja tanto un progreso en el acceso a medicamentos como un riesgo significativo para la salud mundial.
En ese sentido, Eili Klein, analista del One Health Trust, subrayó que “si bien el aumento en el uso de antibióticos en los países de ingresos bajos y medianos puede interpretarse como un indicador positivo de desarrollo económico y llegada médica, también representa serios peligros ante la ascendente amenaza de resistencia a los antibióticos”.
Entre las propuestas más destacadas, se encuentra la conservación de los antibióticos actuales, optimizando su uso para evitar el desarrollo de resistencia. A esto se suma la urgencia de fomentar nuevos tratamientos capaces de combatir infecciones bacterianas resistentes.
El informe de PNAS destacó la relevancia de llevar a cabo reformas estructurales para disminuir la dependencia de los antibióticos. Entre las principales medidas, mencionó el fortalecimiento de la infraestructura sanitaria, el acceso universal a agua potable y saneamiento, y la promoción de campañas de vacunación para reducir las enfermedades infecciosas.
No obstante, la puesta en marcha de estas iniciativas enfrenta desafíos políticos y culturales, especialmente en regiones donde el mal uso de estos medicamentos está profundamente integrado en las prácticas cotidianas.
A modo individual, existe la necesidad de educar a la población sobre el uso responsable de los antibióticos. “Es importante entender que los antibióticos son eficaces contra infecciones bacterianas, no contra virus y que su uso indebido puede tener efectos secundarios como diarrea, reacciones alérgicas e infecciones por hongos”, agregó Klein.
Este enfoque preventivo busca evitar que infecciones comunes (como las del tracto urinario), evolucionen hasta requerir hospitalización debido a la resistencia bacteriana.
La resistencia antimicrobiana representa un desafío que trasciende fronteras. En este sentido, las estrategias globales deberán integrar esfuerzos locales y regionales para lograr un equilibrio entre la preservación de los tratamientos actuales y la innovación científica.
“Abordar esta crisis requiere cambios políticos y culturales profundos, además de un compromiso colectivo para asegurar un futuro en el que las infecciones comunes no se conviertan en amenazas incontrolables”, sentenció Klein.