Por Padre Marino Alcántara, ICAB — Iglesia Católica Apostólica Nacional
La humanidad vive hoy en un ecosistema donde la vida cotidiana está mediada por algoritmos, redes sociales, inteligencias artificiales y una Big Data que modela decisiones, hábitos y percepciones. En este escenario, la pregunta pastoral esencial ya no puede ser solo “¿qué dijo Jesús en aquel tiempo?”, sino “qué nos dice Jesús hoy, en medio de este universo digital que avanza sin pausa?”.
El neocristianismo del siglo XXI está llamado a anunciar el Evangelio en un mundo saturado de ruido informativo y desorientación. Evangelizar hoy implica desintoxicar, discernir y humanizar, ayudando a la gente sencilla a encontrar sentido en medio de mensajes fragmentados y algoritmos que moldean su visión del mundo. La misión no es condenar la tecnología, sino aprender a entrar en sus lógicas sin perder el alma.
La opción preferencial por los pobres adquiere ahora una nueva profundidad. A los pobres económicos se suman los pobres digitales: personas excluidas del acceso tecnológico, manipuladas por sistemas que las reducen a datos, o incapaces de comprender cómo funcionan los algoritmos que afectan su vida diaria. Defender la dignidad humana hoy significa también defender a quienes la era digital invisibiliza.
En una sociedad hiperconectada que tiende a deshumanizar, la evangelización debe volverse más encarnada y testimonial. La IA puede producir palabras religiosas, pero no puede amar, acompañar ni mirar a los ojos. Por eso, cuanto más tecnificada sea la sociedad, más sacramental debe ser la presencia de la Iglesia, más humana, más cercana, más capaz de tocar las heridas reales.
El Evangelio, frente a la lógica fría de la eficiencia algorítmica, continúa siendo una fuerza de contradicción. Los sistemas digitales buscan optimizar; Jesús sigue invitando a humanizar, a valorar al descartado, a poner en el centro a quienes el mercado de datos deja fuera. La fe se convierte así en una luz ética indispensable para una sociedad que corre, pero no siempre sabe hacia dónde.
En definitiva, la misión cristiana en tiempos de algoritmos es la misma de siempre, pero con un lenguaje y unas exigencias nuevas: anunciar a un Jesús vivo que acompaña, ilumina y libera en medio del vértigo tecnológico. Ser discípulos hoy significa usar la tecnología sin ser usados por ella, evangelizar sin perder humanidad y cuidar a los pobres visibles y también a los invisibilizados digitalmente.










