“La perfección es el único don que la naturaleza le ha negado al hombre, pero aun reconociéndolo, nuestro deber es, cada día tratar de perfeccionarnos”. Lo que es más fácil si tenemos claro el norte hacia dónde queremos avanzar, como individuos y como sociedad.
Este pensamiento, tan humano como atemporal, encapsula la lucha constante del ser por superar sus propias limitaciones. Este proceso de evolución social, similar al de los individuos, nunca ha sido lineal. Tal como las personas enfrentan obstáculos y retrocesos en su búsqueda de perfeccionamiento, las naciones también lo hacen.
De hecho, los procesos históricos de evolución pueden tomar dos direcciones: avanzar hacia el progreso o retroceder hacia el estancamiento, e incluso hacia la decadencia. El devenir de una sociedad no está garantizado, y los saltos hacia adelante pueden ir acompañados, o seguidos, de saltos hacia atrás, lo que dependerá de la actitud de los individuos que componen dicha sociedad.
En ese sentido, la historia de la humanidad está plagada de ejemplos de estas oscilaciones. Grandes imperios han caído tras períodos de esplendor, y civilizaciones que alguna vez estuvieron a la vanguardia del desarrollo humano se han desintegrado por no adaptarse a los nuevos retos.
La pregunta clave es: ¿cómo podemos asegurarnos de que nuestro futuro sea un salto hacia adelante y no hacia atrás? Para responder a esta cuestión, debemos observar la protohistoria no solo como un pasado lejano, sino como una fuente de lecciones.
Así como aquellas primeras sociedades enfrentaron desafíos con creatividad y resiliencia, nosotros debemos hacer lo mismo. Teniendo claro nuestro norte, en nuestro caso, he asumido que es hacer de nuestra patria, una Quisqueya potencia.
El futuro que anhelamos no se alcanzará por inercia. Requiere planificación, esfuerzo y, sobre todo, una conciencia clara de que, aunque la perfección nos sea inalcanzable, nuestro deber es mejorar constantemente. Para tener la ciudad o el país que queremos, debemos actuar de forma comprometida con esos objetivos.
Como seres imperfectos, como Estado y como sociedad, estamos obligados a evolucionar en nuestras estructuras, instituciones y valores. Los tiempos actuales nos demandan no solo mirar hacia adelante, sino reflexionar sobre nuestras raíces, aprender de ellas y adaptarnos para enfrentar los retos del porvenir.
El mundo actual, con su complejidad y dinamismo, es un escenario donde los saltos hacia adelante dependen de nuestra capacidad para innovar, educar, y sobre todo, crear sociedades más justas, inclusivas y resilientes. La historia ha demostrado que no hay progreso sin esfuerzo colectivo, y que la grandeza de una nación reside en su capacidad para enfrentarse a sus imperfecciones y superarlas.
En conclusión, la protohistoria nos recuerda que, desde los albores de la humanidad, el anhelo de perfección ha estado presente en el espíritu humano, aunque la perfección en sí misma siempre nos eluda.
Aceptando esto, debemos seguir adelante, conscientes de que el futuro que deseamos construir requerirá el mismo coraje y determinación que los primeros pasos dados por nuestros héroes y próceres de la dominicanidad. Así, nuestro salto hacia adelante será un reflejo de nuestra capacidad para aprender, evolucionar y mejorar cada día.
El autor es escritor y activista por una Quisqueya potencia.