Petra Saviñón
Las Aseguradoras de Riesgos de Salud, alías ARS, cambiaron de nombre y hace rato son administradoras, como para dejar claro que poco es lo que aseguran a una población cada vez más vulnerable en cuanto a servicios sanitarios.
Las ñoñerías de esas empresas, que no otra cosa no son, es cada vez más asombrosa, las artimañas para no despachar medicamentos de un catálogo pírrico, abusivo, adquiridos con un fondo risible, irritante.
Las cosas que hay que es cuchar en las farmacias degeneran en asombro e indignación. Cuestiones como que si usted compró un fármaco hace una semana no puede volver a compararlo con el seguro hasta un mes.
O sea, si a una persona, por ejemplo, le extrajeron cordales, le recetaron medicinas, que es lo natural y las compró con su carnet y en ocho días le sacan los dos terceros molares que le quedan, no tiene derecho a volver a comprar con una cápita que es suya, porque el asegurador lo prohíbe.
Hay otros casos igual de indignantes como no aceptar una indicación porque la g está más oscura que el resto de las letras en la palabra sublingual, por ejemplo, de nuevo, y esto es verídico.
¿Cuántos recursos usarán estas entidades para no pagar por una cobertura que es un derecho de todo afiliado?
¿Hasta cuándo le permitirán esto las autoridades?
Solo hablar y hablar de reformar la Ley de Seguridad Social y nada pasa que no sea en beneficio de los que ya lo tienen todo y en su afán insaciable vulneran, lastiman a una población desprotegida por quienes deben ampararla.
