Por Dorka Margarita Corletto Báez
CEO Finanzas On Point
En nuestro día a día en la República Dominicana, todos hemos escuchado la famosa frase: “Lo barato sale caro”. Y es que no solo es un refrán, es una realidad que afecta el bolsillo de miles de familias. Comprar lo más económico, ya sea un electrodoméstico en la Duarte, un par de zapatos en el mercado o hasta materiales de construcción, muchas veces se convierte en una “doble compra”: lo que ahorramos al inicio, lo gastamos luego en reparaciones, reemplazos o en más de lo mismo.
Un dato curioso es que, según estudios internacionales, los productos de bajo costo subieron entre 1.3 y 1.9 veces más rápido que las marcas premium en tiempos de inflación. Esto refleja lo que vivimos aquí: cuando buscamos “resolver barato” en colmados, tiendas o supermercados, terminamos pagando más a la larga. Y es algo que afecta tanto a jóvenes que comienzan a independizarse, como a familias y adultos mayores que buscan estirar su dinero.
En nuestro país, donde más del 50 % de los consumidores ponen el precio por encima de la calidad, el reto está en aprender a ver el valor real de lo que compramos. Por ejemplo: un abanico barato puede durar apenas seis meses, mientras que invertir un poco más en uno de buena marca nos asegura años de uso. Lo mismo pasa con ropa, zapatos o alimentos: el ahorro rápido se convierte en gasto repetido.
El verdadero secreto está en gastar con inteligencia. No se trata de siempre comprar lo más caro, sino de elegir lo que realmente dura, rinde y aporta calidad de vida. Así evitamos el gasto hormiga que tanto drena el bolsillo. En pocas palabras, “lo barato sale caro” es un consejo financiero que aquí, en la tierra del “¡vamo’ a resolvé!”, debemos aprender a aplicar si queremos que nuestro dinero trabaje mejor para nosotros.