En los últimos días, la indignación ha dominado las redes sociales tras la difusión de un video en el que se observa a un grupo de estudiantes del Liceo Ana Antonia Gullón, en el municipio Puñal, provincia de Santiago de los Caballeros, realizando bailes inadecuados en su lanzamiento de promoción. El audiovisual, en el que adolescentes vestidas con faldas cortas ejecutan movimientos sugerentes al ritmo de la canción Chapa de Yailin, ha desatado una ola de críticas y un enérgico rechazo social. Como consecuencia, las autoridades educativas han decidido prohibir estos actos dentro de los centros educativos.
Sin embargo, más allá de este caso en particular, lo ocurrido en Puñal es un reflejo de un problema mayor que se ha tejido en la sociedad dominicana durante años. La celebración de la culminación del bachillerato, que en esencia debería ser un acto solemne y significativo, se ha convertido en un evento desbordado por excesos, comercialización agresiva y conductas que contradicen los valores educativos.
El costo económico y la presión social sobre las familias
Uno de los principales problemas que han surgido en torno a estas promociones es la carga económica que representan para las familias. Lejos de ser un simple festejo, estas celebraciones han dado paso a una industria voraz que vende desde llaveros y toallas hasta costosos paquetes de fotografías, t-shirts, sudaderas y eventos privados en clubes y discotecas.
Los estudiantes, impulsados por una tendencia social marcada por la competencia y la necesidad de exhibición, exigen a sus padres sumas de dinero que muchas veces estos no pueden costear. Las madres y padres de escasos recursos se ven obligados a realizar sacrificios financieros desmedidos para cumplir con estas demandas, llegando incluso a endeudarse o buscar ingresos de formas cuestionables.
Conductas inapropiadas y el desvío del propósito educativo
Además del aspecto económico, lo más preocupante es la transformación de estas promociones en espacios donde proliferan comportamientos alejados de los valores que la educación debería promover. Algunos de los actos que se han vuelto comunes en estos eventos incluyen:
•Bailes inapropiados y sexualizados en los lanzamientos de promoción, con coreografías que en nada reflejan la imagen de estudiantes en un acto académico.
•Circuitos de motores y vehículos de lujo, donde jóvenes y no tan jóvenes realizan exhibiciones temerarias en motocicletas o desfilan en automóviles de alta Gama, fomentando una competencia malsana entre ellos.
•Acceso a discotecas y consumo de alcohol y sustancias ilícitas, a pesar de que la mayoría de los participantes aún no ha alcanzado la edad legal para estas actividades.
Estos elementos han convertido las promociones en una antesala a la descomposición social, alejándolas de su propósito original de reconocer el esfuerzo académico de los estudiantes.
¿Cuál es la responsabilidad de los centros educativos?
Si bien las autoridades del Liceo Ana Antonia Grullón debieron haber sido más estrictas con la supervisión de esta actividad, el problema excede los límites de un solo centro educativo. Se trata de un fenómeno de alcance nacional que requiere un enfoque más amplio y contundente.
Las escuelas han intentado prohibir estas celebraciones dentro de sus instalaciones, pero los estudiantes han respondido organizándolas de manera independiente, sin ningún tipo de regulación ni supervisión adulta. Esta tendencia demuestra una preocupante falta de control parental y un grado de rebeldía estudiantil que está rebasando los límites de la autoridad escolar.
Conclusión: el deber de rescatar los valores en la educación
Lo ocurrido en Puñal debe servir como un punto de inflexión para repensar el rumbo de la educación y la juventud en República Dominicana. Es imperativo que:
1.Se regulen estrictamente las actividades de promoción dentro de los centros educativos, estableciendo parámetros que garanticen la integridad y el respeto a los valores educativos.
2.Los padres asuman su rol con firmeza, evitando ceder a la presión de gastos innecesarios y educando a sus hijos en el verdadero significado del esfuerzo y la superación académica.
3.El Estado desde todas sus instituciones, no solo educación, implemente campañas de concienciación, dirigidas tanto a estudiantes como a sus familias, sobre los riesgos de estas prácticas descontroladas.
4.Se incentive una cultura de promoción académica basada en méritos y logros reales, en lugar de celebraciones vacías que solo refuerzan la superficialidad y el consumismo.
No podemos permitir que las futuras generaciones continúen adoptando estos comportamientos sin cuestionarlos. La República Dominicana, nación forjada sobre los ideales de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón, necesita una juventud comprometida con el conocimiento, la ética y el verdadero progreso. Es momento de recuperar el significado de la educación y de formar ciudadanos que, en lugar de bailar sobre los escombros de los valores, sean constructores de una sociedad más justa, fuerte y digna.
Por José Rafael Padilla Meléndez
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