“Una puñalada por la espalda por ambición personal”. Así definió el presidente ruso Vladimir Putin el desafío lanzado por su antiguo aliado Yevgeny Prigozhin, el poderoso fundador del Grupo Wagner.
El ejército privado de mercenarios que han estado luchando del lado del ejército ruso desde el inicio de la invasión de Ucrania se rebeló contra los altos mandos militares rusos y avanza hacia el interior de Rusia.
Una enorme columna militar del Grupo Wagner tomó la capital de la región rusa de Rostov del Don.
Es un enclave importante porque alberga la sede del comando ruso involucrado en repeler las contraofensivas ucranianas en el sur de Ucrania. Es además un centro logístico para el ejército ruso.
Fuentes del servicio ruso de la BBC afirman que los mercenarios de Wagner se han hecho con el control de las instalaciones militares Vorónezh, una ciudad a medio camino entre Rostov y la capital rusa.
En un discurso dirigido a la nación, Putin admitió que se enfrenta a un motín armado y que sus fuerzas no controlan ya Rostov del Don.
Además, acusó al jefe del grupo mercenario Wagner de traición y amenazó con una dura respuesta.
Los estrechos lazos de Prigozhin con el Kremlin y mismo Putin se remontan a años.
De hecho, se cree que el Grupo Wagner ha defendido los intereses rusos en Siria y Libia, así como Sudán o la República Centroafricana.
El gobierno ruso asegura que Putin permanece en Moscú, aunque el avión presidencial abandonó esa ciudad.
El alcalde de la capital rusa, Sergei Sobyanin, emitió este sábado un comunicado en Telegram en el que anunció que “se ha declarado un régimen de operaciones antiterroristas en Moscú” y que el lunes será “día no laborable” para “minimizar riesgos”.
Pidió a los moscovitas que “se abstengan de viajar por la ciudad tanto como sea posible”.
“Los servicios de la ciudad están en alerta máxima”, dijo.
Pero todo parece haber terminado con lo que los altos mandos rusos consideran “una traición”.
En los últimos meses, Prigozhin acusó repetidamente al ministro de defensa de Rusia, Sergei Shoigu, y al jefe del ejército en Ucrania, Valery Gerasimov, de incompetencia y de desabastecer deliberadamente a las unidades Wagner que luchan en Ucrania.
El jefe de Wagner proclamó que el “mal” en el liderazgo militar de Rusia debe parar y prometió derrocar a los líderes militares rusos.
La gota que parece haber colmado el vaso es la acusación de que el ejército ruso lanzó un mortal ataque con misiles contra las tropas de Wagner.
El gobierno ruso negó las acusaciones y abrió un expediente penal contra Prigozhin por “llamamiento a la rebelión”, un delito que conlleva penas de cárcel de entre 12 y 20 años.