viernes, enero 24, 2025

Recuerdan, 60 años después, barrio portuario de Brooklyn, NY, corazón de red criminal transformó crimen en EEUU

ESTADOS UNIDOS.- En una noche cualquiera de los años 60, los adoquines de Red Hook, un barrio portuario de Brooklyn, resonaban con los ecos de pasos apresurados y murmullos en italiano.

Las luces de los muelles apenas lograban iluminar las figuras que cargaban y descargaban mercancías, algunas legales, otras no tanto.

Este rincón de Nueva York, hoy más conocido por su IKEA y su gentrificación incipiente, fue durante décadas el corazón de una red criminal que transformó la historia del crimen organizado en los Estados Unidos.

Para un niño como Frank DiMatteo, crecer en Red Hook significaba tener una sola ambición: convertirse en mafioso.

Así lo relata en su libro Red Hook – Brooklyn Mafia, Ground Zero. “No era solo un sueño, era lo único que veía posible”, afirma el escritor y exmiembro de la mafia, quien presenció su primer asesinato a los cinco años.

En su relato, describe un mundo donde los muelles eran controlados por hombres temidos y admirados a partes iguales, los mismos que convertirían a este barrio en la puerta de entrada del crimen organizado al país.

Con el declive de las actividades portuarias a partir de los años 60, Red Hook comenzó a transformarse, pero las huellas de su pasado persisten en sus calles adoquinadas y almacenes abandonados. Hoy, a pesar de los intentos de renovación, sigue siendo un testimonio tangible del ascenso de la mafia en Nueva York.
Un barrio marcado por la violencia y el poder criminal

Red Hook no siempre fue un bastión del crimen. En las primeras décadas del siglo XX, los muelles eran dominados por una pandilla irlandesa conocida como White Hand Gang, que se dedicaba a robar cargamentos y controlar el comercio en el puerto. Según DiMatteo, aunque inicialmente su influencia se limitaba al saqueo, las tensiones entre los irlandeses e italianos por el control del territorio escalaron rápidamente. “Cuando llegaron las grandes ganancias del contrabando durante la Ley Seca, los irlandeses no pudieron competir con la organización y brutalidad de los italianos”, escribe.

Con el tiempo, los irlandeses cedieron su lugar a la Mano Negra, la facción italiana que imponía su autoridad a través del miedo y la extorsión. Francesco Yale, apodado “Frankie Yale”, emergió como uno de los líderes más temidos, cobrando cuotas de protección a cualquier comerciante o trabajador que operara en los muelles. “Si no pagabas, simplemente desaparecías”, describe DiMatteo en sus memorias. Yale no duró mucho en el poder: su rivalidad con Al Capone terminó con su asesinato en 1928, el primero en la historia de la mafia en utilizar una metralleta Thompson, un arma que luego se popularizaría en el Día de San Valentín.

Las calles de Red Hook se convirtieron en escenarios habituales de tiroteos y ajustes de cuentas. “La violencia aquí era como un idioma que todos entendíamos”, recuerda DiMatteo. Los cuerpos de víctimas de la mafia aparecían rutinariamente en los muelles, algunos mutilados, otros desaparecidos para siempre bajo las aguas del East River. La vida en el barrio ofrecía pocas opciones para los jóvenes: largas jornadas laborales como estibadores o el ingreso al lucrativo pero peligroso mundo del crimen.

El caso de Peter Panto, un líder sindical asesinado por desafiar las mafias que controlaban los muelles, fue emblemático de esta época. Panto desapareció en 1939 tras enfrentarse a los líderes corruptos del sindicato de estibadores. Su cuerpo fue hallado un año y medio después en una granja de Nueva Jersey, enterrado en un saco de lona. Este crimen no solo expuso la conexión entre las mafias y los sindicatos, sino también la impunidad con la que operaban.

El ocaso de una era
A partir de los años 60, el puerto de Red Hook comenzó a perder su relevancia. La construcción de la Gowanus Expressway, que aisló al barrio del resto de Brooklyn, y el traslado de las operaciones portuarias a Newark, marcaron el declive de la actividad económica. Aunque la mafia mantuvo su presencia, el cambio del comercio marítimo hacia contenedores y terminales más modernas limitó su capacidad de control en el área.

Hoy, Red Hook lucha por redefinirse. La llegada de nuevos residentes y el desarrollo de proyectos de renovación han comenzado a cambiar su apariencia, aunque de manera más lenta que en barrios vecinos como Carroll Gardens o Park Slope. Sin embargo, el pasado de Red Hook sigue siendo parte de su identidad. Sus antiguos almacenes, las historias de sangre y poder que alguna vez definieron su carácter, y los relatos de personajes como Frank DiMatteo, son recordatorios de un tiempo en que este barrio fue el núcleo del crimen organizado en Nueva York.

El legado de Red Hook trasciende su geografía. Fue más que un barrio: un campo de batalla, un símbolo del poder y la corrupción, y un escenario crucial para la historia de la mafia. Para DiMatteo y otros que crecieron allí, representa un pasado inescapable que aún resuena en las calles adoquinadas y los ecos de un puerto que alguna vez fue vital. Red Hook no solo formó parte del auge de la mafia en Nueva York; fue, durante décadas, su base operativa.

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