REDACCIÓN.- El COVID prolongado está ejerciendo una presión financiera para muchos estadounidenses, informa un estudio reciente.
Las personas con COVID prolongado tienen más dificultades para pagar sus facturas, comprar comestibles y mantener el servicio público, informaron los investigadores en una edición reciente de la revista Health Services Research.
Gran parte de estas dificultades financieras son el resultado de la pérdida de empleos y la reducción de las horas de trabajo, y afectan a personas de todos los niveles socioeconómicos, dijeron los investigadores.
“El COVID prolongado es en gran medida un problema que está afectando a la vida de las personas en este momento”, señaló el investigador principal, Ishtiaque Fazlul, profesor asistente de la Universidad de Georgia. “Y está afectando a personas de todos los ámbitos de la vida en términos de dificultades financieras”.
Pero los de los hogares con unos ingresos más bajos han sido los más afectados, anotaron los investigadores.
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En el estudio, los investigadores analizaron datos de más de 271,000 adultos de EE. UU. reunidos como parte de una encuesta federal sobre las conductas riesgosas para la salud.
Casi un 8 por ciento de las personas encuestadas tenían síntomas que reflejaban una COVID prolongada, apuntaron los investigadores.
Los resultados muestran que las personas con COVID persistente eran más propensas a tener inseguridad alimentaria, con un aumento de hasta 10 puntos porcentuales entre las personas con los ingresos más bajos.
Del mismo modo, los pacientes con COVID prolongado eran más propensos a tener dificultades para pagar las facturas, con un aumento de hasta 11 puntos porcentuales entre las personas con los ingresos más bajos, según el estudio.
Y los pacientes con COVID prolongado eran más propensos a que se les cortara el agua, la electricidad u otros servicios públicos, un aumento de hasta 9 puntos porcentuales entre los ingresos más bajos, muestran los resultados.
Hasta un 20 por ciento de estas asociaciones entre el COVID prolongado y las dificultades financieras se deben a que las personas pierden sus empleos o se les reducen las horas de trabajo, encontraron los investigadores.
Con todo, esta es una mala noticia para los casi 18 millones de estadounidenses que viven con COVID prolongado, que puede durar meses o incluso años. Los síntomas incluyen “niebla mental”, dolores de cabeza, fatiga, problemas respiratorios, palpitaciones cardíacas, cambios en el gusto o el olfato, dolor articular o muscular o malestar gastrointestinal.
Estudios anteriores han encontrado que las personas con ingresos más bajos son más propensas a infectarse con COVID. Cuando se infectan, también tienden a estar más enfermos y mueren a tasas más altas que las personas más ricas.
Los estadounidenses de bajos ingresos podrían tener más dificultades para mantenerse a flote porque no tienen los medios para ganar más dinero, lo que incluye la capacidad de trabajar desde casa o sacar dinero de los ahorros, dijeron los investigadores.
“Es probable que los grupos de ingresos más bajos tengan menos ahorros y menos a los que recurrir si algo sucede con su trabajo”, dijo Fazlul en un comunicado de prensa de la universidad. “Los grupos socioeconómicos más bajos también tienden a tener más empleos prácticos que tienen menos oportunidades de trabajar desde casa”.
“Si sus ingresos disminuyen aunque sea un poco, pueden cruzar un umbral que les provoque inseguridad alimentaria y les dificulte el pago de las facturas”, continuó Fazlul.
Los empleadores y los responsables de la formulación de políticas podrían ayudar a estas personas proporcionando más flexibilidad para trabajar desde casa, aumentando la seguridad laboral o mejorando el acceso al crédito, dijeron los investigadores.
“El bienestar financiero de las personas se está viendo afectado por la COVID prolongada”, dijo Fazlul. “Eso es algo que debería preocuparnos”.