En Estados Unidos, unos 6 millones de adultos mayores de 65 años padecen la enfermedad de Alzheimer. Casi dos terceras partes son mujeres, una discrepancia que los investigadores han atribuido durante mucho tiempo a la genética y a la mayor longevidad de las mujeres, entre otras razones. Pero cada vez hay más consenso en que la menopausia también puede ser un factor de riesgo importante para desarrollar demencia en etapas posteriores de la vida.
Según Lisa Mosconi, neurocientífica y directora de la Iniciativa sobre el Cerebro Femenino del Centro Médico Weill Cornell, las mujeres que atraviesan esta fase de la vida, la cual se define en términos médicos como el final de la fertilidad, se enfrentan a muchos cambios, tanto en el cerebro como en los ovarios.
Aunque la inmensa mayoría de las mujeres superará estos cambios sin consecuencias para la salud a largo plazo, alrededor del 20% desarrollará demencia en las décadas siguientes. El cerebro femenino es rico en receptores de estrógeno, en especial en regiones que controlan la memoria, el estado de ánimo, el sueño y la temperatura corporal, todo lo cual “funciona de maravilla cuando el estrógeno es alto y constante”, afirma Mosconi. El estrógeno también es vital para la capacidad del cerebro de defenderse del envejecimiento y los daños.
El descenso característico del estrógeno durante la menopausia no solo altera el funcionamiento de algunas regiones cerebrales, sino que también modifica la estructura del cerebro; los escáneres muestran un volumen reducido en los cerebros menopáusicos en comparación con los cerebros masculinos de la misma edad y con los de las mujeres premenopáusicas.
Estos cambios neurológicos pueden ser responsables de algunos síntomas de la menopausia, incluidos los bochornos, los cambios de humor y un declive menor, casi siempre temporal, en la memoria y la cognición. También se parecen a los cambios cerebrales que preceden a la demencia, según Mosconi.
“Algunas de las regiones cerebrales afectadas por la menopausia coinciden con algunas de las afectadas por la enfermedad de Alzheimer”, afirma, pero todavía no entendemos del todo la relación entre ambas.
Los síntomas de la menopausia, como la falta de sueño y los bochornos, también se han relacionado con la demencia. Según Pauline Maki, profesora de Psiquiatría y directora del Programa de Investigación sobre la Salud Mental de la Mujer de la Universidad de Illinois en Chicago y coautora de un estudio publicado el año pasado, los bochornos se asociaban a un aumento de la cantidad de lesiones diminutas en el cerebro, que son una señal de deterioro de la salud cerebral.
Un estudio más reciente determinó que los bochornos durante el sueño se asociaban a un aumento de los biomarcadores sanguíneos del alzhéimer que sirven como indicadores precoces de la enfermedad.
Aunque esta investigación suena alarmante, la mayoría de los cerebros y las funciones cognitivas de las mujeres se estabilizan después de la transición de la menopausia, comentó Maki.
“Pensemos en cuántas mujeres pasan por la menopausia: todas, ¿verdad? Y el 80 por ciento de ellas no padecerá demencia”, afirmó y agregó: “No podemos ser catastrofistas en esta transición universal”. Más allá de eso, hay cosas que las mujeres pueden hacer para reforzar su salud y cognición ante la disminución de estrógeno.